jueves, agosto 31, 2006
Festival Internacional de Cine de Toronto
Juliette en la 63º Edizione della Mostra Internazionale d'Arte Cinematografica di Venezia
sábado, agosto 26, 2006
Me muero por ver el estreno de estas películas de Juliette en Buenos Aires.
Orsay de Hsiao Hsien Hou
The monster of Longwood de Patrice Chéreau
Scheherazade de Michael Apted
The Assumption de Richard Eyre
Souvenirs du valois de Olivier Assayas
Scars de Léos Carax
My italian history de Barry Levinson
Moments de Jane Campion
Dan in real life de Peter Hedges
Toyer de Brian de Palma
Promets le moi de Emir Kusturica
Les disparus de Jacques Audiard
Breaking and entering de Anthony Minghella
Quelques jours en septembre de Santiago Amigorena
París Je T'aime de Olivier Assayas
viernes, agosto 25, 2006
Oscar 96, recordando un gran momento...
Juliette Binoche está nominada al Oscar como mejor actriz secundaria por "El paciente inglés", de Anthony Minghella.
domingo, agosto 20, 2006
Muchas películas para mi actriz favorita...
La película se titula 'Orsay' y el guión es del mismo director en colaboración con el productor Francois Margolin.
Narra las desventuras de una estudiante china contratada por el personaje de la Binoche y del niño al que debe cuidar. Ambos, comparten el mismo mundo imaginario, son perseguidos por un misterioso globo rojo.
Juliette también participa en la segunda película del programa 'Souvenirs du Valois' de Oliver Assayas. Por su parte y tras finalizar 'Orsay', se meterá de lleno en su próximo proyecto, 'Memorias de Adriano', en el que compartirá estrellato con los españoles Antonio Banderas y Paz Vega.
Código Desconocido de Haneke
El tema tratado no es la dificultad de comunicarse, sino la presentación del paso siguiente : lo que ocurre cuando los personajes no saben ya qué decirse. No es que el lenguaje esté ya desgastado, es la propia idea, la que genera ese lenguaje, la que ha perdido toda consistencia. Los personajes se mueven si saber qué es lo que sucede, cómo interpretarlo, cómo reaccionar ante ello.
La realidad se rompe y ante esa desorientación sólo cabe el silencio. Un silencio duro e incómodo, violento y directo que acaba convirtiéndose en la única evidencia de la realidad. Un lugar en el que refugiarse mientras se espera a que las cosas vuelvan a su sitio.
Este es el tema que Haneke desarrolla. La forma de exponerlo funciona porque Haneke se sirve de varios niveles para presentarlo. Desde el más obvio, hasta el más sugerente. Como se ha dicho al principio, Haneke ha trabajado el guión con un cuidado y una intención a la que el cine no nos tiene acostumbrados. El ejercicio de ir recordando las escenas, de ir enlazando a los personajes y los escenarios acaba ofreciendo una imagen reconocible. Como la de ese personaje de cuento que se pierde en el campo de su casa de noche y por la mañana, desde su casa, descubre que sus pasos perdidos han trazado la silueta de una paloma.
Ese dibujo subyace en el trabajo de Haneke y el descubrirlo supone uno de los placeres de esta película en la que no hay ni humor ni risas.
El fondo de todo, esa imposibilidad de encontrar coordenadas desde las que interpretar la realidad, se muestra ya en el arranque de la película : lo que pretende ser una buena acción acaba perjudicando a todos los que participan en ellas. El camino hacia el bien parece perderse por terrenos desconocidos. Y lo mismo sucede en las relaciones entre las personas.
Los personajes no saben ni siquiera darse la bienvenida : en su lugar, ofrecen un silencio sobre el que no se puede construir nada. La mujer que regresa a Rumanía o la llegada del fotógrafo a casa después de haber hecho reportajes fotográficos sobre la guerra. Ese mismo silencio le sirve a Binoche para romper con el fotógrafo o al taxista negro para dejar a su familia.
Ese silencio no se limita a la ausencia de palabras. Es un silencio que abarca a los sentidos. También tienen los personajes miedo a tocarse y reaccionan con violencia a la mano que trata de calmar (Binoche calmando al granjero que ha perdido al hijo o la chica que no acepta el beso que su amigo le da en el brazo).
Subyace en la película el tono de otras como “El invitado de Invierno”, “La tormenta de hielo” o “El dulce porvenir”. Haneke no se permite la más mínima concesión y solo permite que en la ficción del cine o el teatro los personajes se rían o se digan “te quiero”. Fuera de ese territorio sólo queda la confusión y la desorientación ante lo que sucede.
Una vez establecido el registro de las relaciones personales, Haneke sube un nivel para mostrar cómo ese problema afecta también a los colectivos que tratan de vivir juntos en ese París. Una visión poco alentadora en la que el panorama se parece más al descrito por Giovanni Sartori en su análisis “La sociedad multiétnica” que a la dulce visión que la política trata de vender. Ahí también faltan los criterios para juzgar y situarse en una situación que ya no ofrece ninguna seguridad. El esfuerzo de ese padre taxista exigiéndole a su hijo que le diga la verdad traspasa esa escena y se convierte en una especie de exhortación a toda la realidad. Esfuerzo inútil que no evita su posterior abandono.
Cuando el discurso completo ya no es coherente, la realidad debe construirse desde abajo, tratando que el sentido de escenas aisladas consigan iluminar algo más de lo que en ellas se trata. Haneke tiene esto presente y por eso se demora tanto en escenas que cualquier otro hubiera utilizado de transición. La violencia en el vagón de metro, la frialdad con la que el ganadero mata a todas sus vacas por la marcha del hijo, el entierro en el que todos son culpables, la violencia del diálogo en el supermercado o ese intento del fotógrafo de redimirse con unas fotografías en el metro al estilo de Walker Evans. Ejemplos de una historia que mantiene una mínima estructura narrativa para colgar de ella las escenas que verdaderamente importan.
Habrá quien diga que esto de la incomunicación ya está muy visto. Ante esta posición cabe defenderse con dos razones. La primera recordando que la propuesta de esta película no es que hablemos con idiomas distintos, es que no sabemos qué decir. La segunda, que Haneke mezcla lo real con lo metafórico, logrando así escapar de la trampa de lo evidente. Muchas de sus escenas, como la ya mencionada del ganadero matando a sus vacas, tienen más fuerza que cualquier artículo del filósofo de turno.
A pesar del tono pesimista de la película, Haneke deja una puerta abierta en esa sugerente escena del concierto de los niños sordomudos. A pesar de las limitaciones, todos consiguen tocar juntos coordinados y con ritmo. La única pregunta que se plantea es : ¿Y quién hará de director?.
Francisco Javier Sánchez
Críticas de Cine
www.criticasdecine.com
miércoles, agosto 09, 2006
Juliette estará presente con Caché en el Festival Internacional de Cine de Santiago de Chile, agosto 2006
Con la cinta "Caché", ganadora de Cannes y parte del inminente Festival de Cine de Santiago, la actriz vuelve a ocupar su lugar en la realeza de las pantallas francesas. A los 42 años, Binoche está mejor que nunca. "Los 40 es sólo el inicio", dice la estrella.
Ernesto Garratt Viñes
Revista El Mercurio
Chile
Misceláneas Binochéticas
Francois Mitterand, el hombre más poderoso de Francia en 1993, se rendía ante el poder de una frágil mujer de 1,68, tez blanca, cabello negro y ojos café. Y esa mujer, Juliette Binoche, no había hecho nada premeditado para tener semejante hombre y poder a sus pies. Tan sólo protagonizar "La insoportable levedad del ser" (1988) y un puñado de filmes desgarradores y en donde la actriz llenaba toda la pantalla con "su casi etérea belleza e inocencia", como anotaba perplejo el influyente crítico de cine Roger Ebert ante el descubrimiento de un gran talento galo.Francois Mitterand invitó a cenar a esta hermosa hija de un escultor y una actriz, sin una razón aparente. Y cuando la prensa le preguntó al presidente con qué motivo había extendido la invitación, la diplomacia de Mitterand no fue nada de diplomática: "Cada noche sueño con que la beso y la verdad la quiero para que sea mi amante", respondió con una honesta picardía.Binoche, por supuesto, declinó la oferta sin hacer escándalos ni aspavientos. Como una dama dijo que no. No por nada es conocida en Francia como La Binoche, la reina del cine francés. Pero eso no impidió que siguiera haciendo lo que mejor sabe: actuar y sacar suspiros. Ahora, a los 42 años, Binoche sigue, un clásico del cine francés, removiendo pisos con "Caché": una notable película que se puede ver en el Festival de Cine de Santiago y que se llevó laureles en Cannes versión 2005 (Michael Haneke fue elegido mejor director). Acá Binoche encarna a una esposa, madre y dueña de casa ejemplar. Con una vida ejemplar junto a su marido (Daniel Auteuil), el animador de un programa de TV sobre libros. Qué mejor.Pero su estabilidad comienza a trizarse cuando aparece una serie de videos con imágenes que espían la rutina de la familia. El frontis de su casa. Un seguimiento al marido. Y la paranoia se apodera de los personajes frente a este acto de insano voyerismo. "La visión de Haneke frente a este cuadro es lo que me convenció de protagonizar esta historia. Es intimidante ser espiado y no saber quién lo hace", ha dicho la actriz, de nuevo en la cresta de la ola gracias a este y una serie de proyectos en el futuro cercano.Una infancia dura. "Me gusta la diversidad y la sorpresa", ha declarado Binoche, madre de dos hijos y vaya sí que ha tenido sorpresas en su carrera. De hecho, nunca esperó ganar un Oscar por "El paciente inglés", el primero que obtenía una actriz francesa en más de 40 años; ni ser la mejor intérprete pagada de Francia; ni trabajar con los realizadores más importantes de Europa como Jean Luc Godard o los fallecidos Krzysztof Kieslowski ("Bleu") o Louis Malle ("Obsesión")."No es que sea insegura, pero cada vez que me pongo frente a la cámara me lleno de dudas. Con cada nuevo filme siento un juicio sobre mí", confesó a la prensa inglesa la intérprete, quien se autodefine como "profundamente meláncolica". "Es parte de mi ser, diría yo. Pero, al mismo tiempo, soy alguien lleno de goce. Uno tiene que entender que no se necesita estar feliz para ser feliz".Uno de los primeros recuerdos de esta bella parisina no fue nada agradable: "Mi más temprano recuerdo es la soledad", ha confesado. Sus padres se divorciaron cuando tenía cuatro años: él partió a Sudamérica y ella a largos viajes por Francia y, Juliette, la bella Juliette, fue enviada a una escuela que odiaba. "Aun con la distancia de todos estos años, cuando miro atrás a mi infancia pienso: Wow, ¿cómo sobreviví a eso?", rememora. "Es duro de vivir y todos lo sabemos"."No éramos realmente una familia, era horrible", se ha quejado y fue esa falta de pertenencia lo que la hizo buscar un refugio en la actuación. En la posibilidad de ser alguien más. "Eligiendo estar en teatro fue una forma de plantar mis raíces en algún lugar con gente nueva. Fue una manera de escoger a una nueva familia".A los 19 años fue descubierta por Godard, quien le dio un pequeño papel en la polémica cinta "Te saludo María". Lo que vino después fue un chapuzón de películas, incluso ocho por año. "No podía decir que no", recuerda Binoche sobre sus primeros pasos en la pantalla grande. "No era capaz de negarme a los proyectos que me proponían".Diciendo que no. Su necesidad de ser aceptada era superior a su capacidad de trabajo. Pero Juliette aprendió a decir que no. A Mitterand, al exceso de filmes. Y sobre todo a Hollywood. Desde pequeña tuvo la innata capacidad de negarse a las ofertas de California. "Para mí nunca ha sido un propósito convertirme en un icono americano, o ser alguien más rico o más more famosa".El mismo año que Mitterand la invitó a ser su "amante", 1993, Steve Spielberg la invitó a ser la estrella de "Parque Jurásico". "Preferiría interpretar a un dinosaurio que ser uno de los humanos de ese filme", dijo sin pelos en la lengua. Es que su alteza, La Binoche, sabe que le toca en la vida: prefirió ser una sufrida madre en la cinta "Bleu", de Krzysztof Kieslowski, que una histérica corriendo delante de un saurio gigante.La dulce enfermera que interpretó en "El paciente inglés", Anthony Minghella, fue su consagración. Hace 10 años estaba nominada al Oscar y la favorita para ganar era Lauren Bacall. La leyenda Lauren Bacall. Pero sorpresivamente Binoche se anotó el triunfo. "No me lo esperaba, ni siquiera tenía discurso", rememora. "De vuelta en Francia fui recibida como una heroína o, peor, como una futbolista".Binoche había conquistado Hollywood sin moverse. Siempre supo decir que no. Incluso en 2000, el entonces presidente Bill Clinton le pidió "audiencia" para hablar con ella y compartir un momento. Pero la actriz prefirió seguir las funciones de un espectáculo en Broadway. Dijo que no, gracias. Pero Bill insistió y, obvio, con escolta de señora, fue a saludar a Juliette. A la reina.Pero su alteza es sencilla en extremo. Por ejemplo, no ha explotado su excesiva fama para darle publicidad a su lado menos conocido: es una ávida pintora. Recién hace una década mostró una exposición hecha en colaboración con el diseñador Christian Fenouillat. Pero no se queda ahí: ha elaborado los diseños de varios afiches de películas.Juliette busca el cambio en su vida. "Para mí, el hábito es sinónimo de muerte". Y por eso se ha atrevido a dar pasos por Hollywood, como la cinta "Bee season", junto a Richard Gere. Se viene una nueva colaboración con Anthony Minghella: "Breaking and Entering", y una comedia con Steven Martin, el más hollywoodenses de los hollywoodense. 'Lo que más amo de esa loca vida es la aventura', ha certificado. "Y los 40 años es sólo el inicio".
Ernesto Garratt Viñes.
lunes, agosto 07, 2006
Tengo un poco de sueño y me contagio más de Juliette...
Dos décadas después de interpretar en La cita, su primer protagonista a las órdenes de André Téchiné, Juliette Binoche está segura de haber tomado la decisión acertada, la que le ha llevado a convertirse en embajadora del cine europeo.
Ahora la podemos ver en los cines en la perturbadora Caché. Entregada sin reticencias a Michael Haneke y formando pareja con su compatriota Daniel Auteuil, Binoche ha construido uno de sus personajes más difíciles por todo lo que encierra en su mente. Dice el controvertido cineasta austriaco, responsable de La pianista, que escribió el guión pensando en ellos, y concretamente con Juliette en la cabeza, ya que la experiencia de Código desconocido fue muy satisfactoria.
Firmó esta película sin haber siquiera leído el guión. Pero no es la primera vez que se asocia su nombre a un cineasta de gran prestigio: Krzysztof Kieslowski la convirtió, junto a Irene Jacob y Julie Delpy, en una de sus últimas musas gracias a su colorida trilogía compuesta por Azul, Blanco y Rojo. Confianza plena de ambos, ya que por el polaco renunció a trabajar con Steven Spielberg en Parque Jurásico, en un papel que finalmente fue interpretado por Laura Dern.
Con Carmen Maura coincidió de nuevo a las órdenes de André Téchiné en la coproducción franco-española Alice y Martín. Por aquel entonces, corría el año 1998, su nombre ya era conocido en medio mundo gracias a que Anthony Minghella la reclutó junto a Kristin Scott Thomas, Ralph Fiennes y Willem Dafoe para la épica adaptación al cine de la novela de Michael Ondaatje El paciente inglés. Su papel de enfermera, dividida entre el amor por su trabajo, la curiosidad por su enfermo y el amor hacia un soldado británico experto en desactivar explosivos, fue reconocido con un Oscar de Hollywood a la mejor actriz de reparto. La prensa estadounidense la comparaba con Ingrid Bergman en Por quién doblan las campanas, pero ella estaba en un estado de shock continuo por alzarse con un galardón que todos esperaban que llegase a manos de Lauren Bacall por El amor tiene dos caras, su primera y única candidatura a la estatuilla.
Al igual que buena parte de nuestra actrices europeas que se acercan a Hollywood, la protagonista de las deliciosas Los amantes del Pont Neuf, El húsar sobre el tejado y La viuda de Saint-Pierre también ha caído en las redes del cine que busca ante todo hacer caja. Tras coquetear con Johnny Depp en Chocolat, parece que se equivocó al participar en la última producción de John Boorman, In my country (Un país en África), donde compartía cartel con Samuel L. Jackson, y hay voces que ya apuntan a que tampoco ha sido muy acertada su intervención en Palabras mágicas, compartiendo secuencias con Richard Gere.
Aún así, Juliette Binoche queda como un nombre capaz de combinar sus trabajos en filmes de culto como Caché con propuestas más comerciales, además de agradarnos con papeles curiosos, como el de su colaboración con Abel Ferrara en María, donde encarna a una actriz que hace de María Magdalena en una supuesta superproducción y queda tocada por su personaje, deambulando por Jerusalén en busca de respuestas.
Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.
jueves, agosto 03, 2006
La gran actriz además es una gran pintora...
Mily Binoche
03/08/06
martes, agosto 01, 2006
“Los premios y la fama son superficiales”
La reconocida actriz francesa Juliette Binoche, que se convirtió estos días en una de las figuras más importantes del Festival de Cine de Mar del Plata, afirmó ayer que los actores “deben abrirse y servir a los demás, comunicándoles sensaciones, ideales y sentimientos positivos”. “Los premios y la fama son cosas superficiales”, aseguró la actriz, y precisó: “La verdadera recompensa para mí es cuando me olvido de mí y me siento libre para convertirme en el receptáculo de sentimientos e ideales, para luego poder comunicárselos a la gente”. En su primera visita al país, la protagonista de Los amantes del Pont-Neuf, de Leos Carax, y de Bleu, de Krystof Kieslowski, arribó a Mar del Plata para presentar dos de los últimos films en los que participó: Mary, de Abel Ferrara, y Chaché, de Michael Haneke. “Yo creo en la transformación del hombre y pienso que por eso estamos acá. Los actores tenemos la posibilidad de cambiar a los demás y debemos tener coraje para ponernos en la posición de dar y servir a los demás”, señaló Binoche. Fruto del encuentro entre un escultor y una actriz, Binoche nació en París el 9 de marzo de 1964, y debió festejar su cumpleaños 42 el último jueves en Mar del Plata, muy lejos de su país y de sus dos hijos. Según dijo la actriz, para ella, “actuar es algo tan complejo como la vida, porque hay sufrimiento y también placer, dos sentimientos diferentes que están siempre presentes. En ese sentido, hay algunos temas que han roto algo en mi interior y me hicieron cambiar”. “Todos estamos en la búsqueda de un aspecto espiritual en nuestras vidas. Eso es algo muy humano y fue lo que me hizo cambiar y me llevó a pensar muchas cosas en relación a mi carrera, entre ellas que ya no me gustaría hacer lo que hice hace 20 años”, dijo la actriz. Y añadió: “Quise parar de actuar en dos oportunidades, porque actuar es algo muy difícil para mí. La primera vez que quise parar quería dedicarme a la enseñanza de otros actores, pero mi profesor me obligó a volver a los escenarios. Y la segunda vez fue después de filmar Caché”. En esa película del talentoso director austríaco Haneke, Binoche interpreta a la esposa de un presentador de televisión, con quien lleva una vida apacible hasta que comienzan a recibir unos extraños videos de alguien que los espía. “Haneke sabe muy bien cómo hacer su trabajo. Sin embargo, hay que tener mucho coraje con él, porque tiene tendencia a controlar y reconozco que eso es bastante difícil para mí”, dijo Binoche, que ya había trabajado con él en el film Código desconocido. Con respecto a su trabajo con el estadounidense Abel Ferrara, quien llegará a Mar del Plata esta semana para presentar Mary, la actriz afirmó que “él quedó muy impresionado porqué yo sabía más acerca de María Magdalena que él. Yo ya me había acercado al papel de María Magdalena porque había hecho una película –Yo te saludo María, de Jean-Luc Godard– y eso me había llevado a leer el Evangelio”. En Mary, Binoche interpreta a una actriz que debe encarnar a María Magdalena en una película, lo que le produce una revolución interior y la lleva a emprender un viaje de autoconocimiento y misticismo por Jerusalén. El film causó controversia en el Festival de Venecia, ya que describe la crisis espiritual de un periodista que empieza a creer en Dios y le da crédito a la teoría de que María Magdalena fue una de las discípulas de Cristo. Ferrara abona en su film la idea de una supuesta conspiración iniciada en el seno de la iglesia católica para borrar de la historia oficial a María Magdalena, negar que haya sido la discípula número 13 y ponerla en el dudoso lugar de una prostituta redimida por la gracia de dios. Ganadora del Oscar como mejor actriz de reparto por El paciente inglés, de Anthony Minghella, Binoche afirmó que “ese premio es algo superficial y abstracto y realmente no cambió nada en mi vida”. La actriz, que también se dedica a pintar cuando tiene tiempo, acaba de trabajar con el argentino radicado en Francia Santiago Amigorena en el film Algunos días en setiembre y también con Minghella en Breaking and entering, una película a la que definió como “muy íntima y personal”.
El Ciudadano
Rosario, Argentina, 13 de marzo 2006
Suplemento Espectáculos.