Habrá dos celebraciones conjuntas esta noche en Mar del Plata. Además de la apertura de la 21ª edición del festival de cine, Juliette Binoche festejará su cumpleaños. ¿Cambiarán el protocolo de la ocasión para cantarle, desde el escenario, aquello de happy birthday to you? ¿O será demasiado? A Juliette, cumplir 42 años la tiene sin cuidado. Poco antes de llegar a la Ciudad Feliz, la ganadora del Oscar por El paciente inglés, la actriz de clásicos como Bleu y La insoportable levedad del ser conversó con Clarín en Buenos Aires, ciudad —y país— al que llega por primera vez en su vida."No me molesta cumplir años", dice y luce radiante, como si los 42 fueran una cifra que impone el calendario y no un hecho comprobable. "Sería aburrido tener 20. Siento que después de los 40 tengo nuevas perspectivas, puedo acceder a otro tipo de roles. Mis necesidades son diferentes."¿En qué sentido?Cuando empecé lo que quería era impresionar a los directores. Eran una figura paterna para mí. Ahora es otra historia. Estoy más en contacto con el mundo, conmigo misma. Tampoco soy paranoica respecto a los efectos del paso del tiempo. Es uno de los desafíos que te da la vida.¿Qué cosas no haría ahora?Mala sangre (de Leos Carax, que fue su pareja durante cinco años), por ejemplo. Ahí respondía demasiado a las necesidades del director, no era independiente. Estaba demasiado atada a él, a que me admirara, a que me amara. Era como un soldado...Pero volvieron a trabajar juntos en "Los amantes de Pont-Neuf"...Pero ahí ya era distinto. Nos conocíamos bien, era diferente la situación. Lo que quiero decir es que cuando tenía 20 lo que más me importaba era que me amaran, ahora lo que quiero es compartir el trabajo con los directores.La Binoche nació en París en el seno de una familia de artistas. Su padre era escultor y su madre, actriz. No tardó mucho en interesarse por la actuación: ya a los 18 años consiguió su primer papel en Yo te saludo, María, aquella controvertida y ya algo olvidada película de Jean-Luc Godard. En Rendez-vous, de André Techiné, comenzó a mostrar la que sería su faceta más reconocible, su intensidad, su capacidad para atravesar un enorme rango de emociones (furia, pasión, delicadeza, violencia, tristeza) gracias a la expresividad de su rostro. Siguieron películas como Mala sangre, su salto a la consideración mundial con La insoportable levedad del ser y los dos filmes clave de su carrera, los que muestran su gran talento: el complicado, intenso y torturado personaje de Los amantes del Pont-Neuf y la desgarradora tristeza de su sobreviviente en Bleu, de Krzysztof Kieslowski.Muchos la conocen por los filmes en los que actuó en inglés, como Una vez en la vida, en el que encarnaba a la amante de Jeremy Irons y de su hijo; y especialmente como la enfermera de Ralph Fiennes en El paciente inglés, el filme de Anthony Minghella que le hizo ganar, sorpresivamente, el Oscar como actriz de reparto. "Cuando dijeron mi nombre —recuerda—, no me di cuenta. Me tuvieron que codear. Estaba congelada, no entendía nada. La sensación de que había ganado fue creciendo de a poco, como que me fui despertando camino al escenario. Todos pensábamos que ganaba Lauren Bacall. Y yo la busqué para darle el premio pero no la encontré. Y mientras, intentaba de decirme a mí misma: Tratá de disfrutar el momento. Es como un guiño que te da la vida. Y el rodaje de esa película había sido tan maravilloso que sabía a qué pertenecía mi alegría. Si la filmación hubiese sido una mala experiencia, hubiera tenido una sensación diferente. La paz venía de sentir que habíamos hecho un buen trabajo."Si bien rechaza la mayor parte de las propuestas de Hollywood (como Jurassic Park, en su momento), ahora volvió a trabajar con Minghella en Breaking and Entering. Explica: "La diferencia es que en la mayor parte de los guiones que me llegan de Hollywood, el papel de la mujer es un estereotipo, es el objeto de deseo. Y a mí me gusta ser sujeto de deseo. Este es un filme de relaciones en el que interpreto a una mujer bosnia. Trabaja Jude Law".El otro filme que ya terminó y que espera estreno tiene bastante que ver con el hecho de que Binoche esté aquí. Fue dirigida por Santiago Amigorena, un argentino radicado en Francia ("desde los doce años", dice ella), con el que tendría algo más que una relación profesional. El filme se llama Algunos días en setiembre, y si bien es un thriller político que toca temas cercanos a los atentados terroristas de 2001, según la actriz "cuando leí el guión sentí que estaba leyendo poesía. No es un filme de género, es también una historia de amor contada de una forma muy especial".Juliette tiene dos hijos de padres distintos (uno de doce años, Raphael, y una de cinco, Hannah), a los que suele llevar a los rodajes, pero que no vinieron aquí. "Son solo diez días", dice de un plan que incluyó un paseo por Calafate. Respecto a su rol como madre, confiesa que "es complicado, pero ahora lo manejo mejor, no me siento tan culpable como antes. Todos cometemos errores como padres, es algo muy difícil, en especial para las madres. Antes me preocupaba mucho, sufría por no poder estar más tiempo con ellos. Pero lo 'sobrevivieron' (sonríe), Son buenos chicos. Ahora no me preocupo tanto".Vista poco desde aquella Chocolate que hizo con Johnny Depp, acaso por el nacimiento de su hija, Binoche hizo una reaparición con todo el año pasado. Y no con una, sino con dos películas fuertes, provocativas y de notable impacto, que se verán en Mar del Plata. Primero fue Caché, del austríaco Michael Haneke, premiada en Cannes; y luego Mary, del norteamericano Abel Ferrara, que estuvo en Venecia. Sí, también se la vio en Palabras mágicas, pero como ella dice, sin dar detalles específicos, "todos cometemos errores".En el filme del realizador de La profesora de piano interpreta a una mujer casada con un presentador de TV (Daniel Auteuil). La pareja tiene un hijo y lleva una vida burguesa y apacible hasta que empieza a recibir en su casa misteriosos videos de alguien que los espía. ¿Los motivos? Habrá que averiguarlos. Pero lo cierto es que la situación de paranoia y miedo no sólo provoca caos en la familia sino que los obliga a sumergirse en una investigación dolorosa del pasado no solo personal sino de los crímenes políticos de su país."Una vez, estando en Africa, quise viajar a Argelia para entender mi relación con la historia de ese país y con la culpa, siendo francesa, de lo que pasó allí —dice—. Fui para conocer la situación y para pedir perdón. Así que no tuve que prepararme para el filme, estaba metida en el tema."Caché se suma a la serie de filmes en los que el director castiga a la burguesía por su ombliguismo y su desinterés en los problemas de los otros. "El personaje de Daniel tiene un alto nivel intelectual pero emocionalmente es un chico de seis años. Es de una clase específica, pero no creo que ése sea el tema principal, como sí lo era en Funny Games, en donde esa pertenencia social se transformaba en una prisión. Aquí él tiene un problema de cobardía, de no darse cuenta de que lo que nos va a salvar es trabajar nuestra conciencia, nuestra humanidad."De Haneke pasaste a Ferrara, dos directores fuertes, de gran personalidad, como muchos de los que trabajaste hasta ahora. ¿Qué te atrae de ellos?No sólo pienso en los directores cuando acepto un trabajo, a veces veo sus películas después de conocerlos. Mi oxígeno es la confianza. Lo que me interesa son las personas, ver qué podemos crear juntos, el guión. Y también depende del momento que esté pasando. Hay cosas que hice antes que ahora no haría. Estoy en un viaje diferente. ¿Como "Los amantes de Pont-Neuf"?Aquéllo fue demasiado. Cuando terminamos de filmarla quería dejar el cine y dedicarme a enseñar actuación. Hasta que una profesora me convenció de no hacerlo. Necesitaba curarme. En el cine hay tanta intensidad e intimidad que, si no sabés manejarlo, puede ser muy duro salir de todo eso. Pero tuve tiempo de pensar y me di cuenta de que el proceso me encanta, más que los resultados. Me gusta tener buenos papeles, ser parte del proceso creativo, la transformación que eso implica, que un director te deje entrar en su espacio y compartir el proceso de hacer una película.
Diego Lerer Díario Clarín Espectáculos
dlerer@clarin.com
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